No nos engañemos. La Iglesia, esa Iglesia de la que tantos hablan, no es solo la de los templos históricos del centro de Madrid, la de las m...
No nos engañemos. La Iglesia, esa Iglesia de la que tantos hablan, no es solo la de los templos históricos del centro de Madrid, la de las modernas construcciones con torres que retan al cielo, de obras de arte, de historia y potencia altiva. La Iglesia es también la que no aparece ni en los buscadores. O la que, para los localizadores de Google, pasa inadvertida y se esconde en una esquina a la desvuelta de un edificio de pisos amontonados y talleres de reparación mecánica de vehículos con demasiadas manos encima. Cuando quieres llegar a la parroquia Jesús y María, de Aluche, en pleno Aluche, en el más puro Aluche, calle Maqueda 129-131, los buscadores se despistan y te llevan a la puerta de los locales parroquiales. Aunque es cierto que a la desvuelta, mirado de frente a la derecha, justo al final del edificio, como me dijo el párroco, uno se topa con el templo. He pateado ya casi dos centenares de templos parroquiales de iglesias en Madrid. Y cuando abrí la puerta de esta de Jesús y María me quedé profundamente impresionado. Un altar, dos imágenes clásicas de sencilla factura, bancos para no más de medio centenar de personas, techos bajos, materiales básicos de construcción perecedera, luces también elementales, paredes pintadas con colores de dignidad, y una sacristía que es al tiempo despacho parroquial y que da acceso al cuarto de baño. Una iglesia sencilla de tierras de misión. Un templo en el que una docena de personas hacían oración con un grado de intimidad que se palpaba. A la entrada, ocupando un espacio que no existe, dos señores montan un pequeño Belén de figuras sencillas, abigarradas, entre musgo, casas de cartón y serrín. No, no hace falta, para qué, esta parroquia es lo más parecido que existe a aquella humilde posada de la que nos habla en Evangelio. Pero la sorpresa de esta posada es la descomunal desproporción entre los recursos materiales y la vida de la parroquia. La Iglesia viva Al párroco, el joven sacerdote David López Corrales, se le ve encantado con que nos hayamos acercado a su parroquia. Quizá porque nunca pensó que podía aparecer en un reportaje en este periódico, ser noticia, buena noticia, magnífica noticia. Y nosotros lo estamos cuando palpamos cómo la Iglesia viva, la iglesia que da esperanza, no necesita más que un techo de poco más que uralita. El párroco está acompañado por el sacerdote Kamil Patryk Dyka, procedente del Seminario Redemptoris Mater. Se muestra orgulloso de la vitalidad de una parroquia que se erigió hace casi medio siglo, quizá de forma provisional, formada ahora por siete mil feligreses. Todo es fuerza, vitalidad, garra apostólica, por no utilizar un concepto teológico, bueno, sí, «parresía». Siete comunidades del Camino Neocatecumenal y una en misión en la parroquia de la Resurrección del Señor –que procedía de la de Nuestra Señora de Aluche, ya es historia–, con una intensa actividad litúrgica y celebrativa, con apuestas novedosas como el programa «padrinos», iniciativa de formación y de ocupación del tiempo de ocio de las Comunidades del Camino con adolescentes. Parece imposible que en torno a esta humilde posada se desarrollen las actividades de los siguientes grupos: Maos, comunidad de espiritualidad en torno al carisma de los padres escolapios, Grupo Juan XXIII y Cofradía de san Judas Tadeo, con especial atención pastoral a las personas que vienen de América Latina, en particular de Perú, la Renovación carismática, la Legión de María, muy activa en la visita a los enfermos y personas solas de la parroquia. Además el catecumenado y las catequesis, el grupo de oración de padres y madres de niños en catequesis. Y Cáritas, con una treintena de voluntarios tanto en la acogida como en la distribución y en las ayudas puntuales. Atentos al dato que nos dice el párroco: «Se ha vuelto a incrementar de forma muy significativa a afluencia de personas a Cáritas, en particular de familias con hijos pequeños y jóvenes sin trabajo. Uno de los problemas del barrio es la necesidad de dar vivienda a las personas que están llegando de otros países, en particular de Hispanoamérica». Cáritas atiende en este momentos a un centenar de familias, sí un centenar de familias, con alimentos. Hace tres años, la media era de sesenta familias y ahora casi se ha duplicado.
by via España
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