El relato de las discrepancias en el seno del independentismo se ha convertido en un género periodístico en sí mismo. En los dos útimos años...
El relato de las discrepancias en el seno del independentismo se ha convertido en un género periodístico en sí mismo. En los dos útimos años, tras el fracaso del golpe de otoño de 2017 y pese a gobernar de manera conjunta, los encontronazos entre Junts per Catalunya (JpC) y ERC han sido constantes, una diferencia de criterios -se entiende que no de objetivos- que se han sucedido de manera periódica, la mayoría de veces de forma subterránea, otras en cambio de manera abierta y descarnada. Es el caso del último episodio, que enfrenta ahora a ambos partidos por una cuestión muy concreta: la oportunidad o no de convocar elecciones autonómicas anticipadas como forma de respuesta a la previsible sentencia condenatoria del Supremo a los líderes del «procés». Las diferencias entre las dos formaciones son conocidas: la novedad ahora es que son sus máximos dirigentes quienes se han cruzado mensajes a través de las redes sociales. La sensación de que el independentismo afronta de la peor manera un final de ciclo es cada vez más evidente. Así, el presidente de ERC, Oriol Junqueras, en prisión preventiva, reprochó este viernes al expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont que descarte unas elecciones anticipadas en Cataluña como respuesta al Tribunal Supremo. El pasado miércoles, tras una reunión con cargos de JpC en Bruselas, Puigdemont se desmarcó de la idea de adelantar comicios si hay condenas a los líderes independentistas y subrayó que el momento actual exige «estabilidad y fortaleza de las instituciones». «Las elecciones claramente debilitarían las instituciones», advirtió Puigdemont, flanqueado por el presidente catalán, Quim Torra. La tesis en JpC es que para afrontar el periodo de «confrontación» que debe abrirse ahora con el Estado -según la tesis del propio presidente Torra-, tanto desde las instituciones como desde la sociedad civil, no puede haber fisuras, más cuando se apela a la movilización en las calles, a la manera de Honk Kong. Desde Twitter, y en un episodio más del distanciamiento político, pero también personal, por el que atraviesan, Junqueras replicó a las palabras de Puigdemont: «No se había visto nunca que alguien diga que el hecho de que la gente vote debilita las instituciones. ¿Desde cuándo el ejercicio democrático del derecho de voto debilita las instituciones de un país?». Abrirse a los comunes El mismo miércoles, en una entrevista en la Ser, Junqueras dijo que «sería bueno un gobierno de concentración» en Cataluña, con todas las fuerzas partidarias del derecho de autodeterminación, y añadió que «ningún demócrata debería tener miedo al voto de los ciudadanos expresado en unas elecciones». Las dos estrategias son incompatibles, Mientras en Jpc apelan a la movilización y a la confrontación, en ERC levantan la bandera del gradualismo y lanzan constantes guiños a los Comunes. El cruce de reproches no se quedó en Junqueras, ya que, como respuesta al republicano, la consejera de la Presidencia y portavoz del Govern, Meritxell Budó, advirtió de que unas elecciones ahora, en respuesta a la sentencia del Tribunal Supremo, «podrían alterar» la actual mayoría independentista en Cataluña. En declaraciones a Efe, Budó, una de las voces con mayor relieve institucional de JpC, expresó el «máximo respeto a los puntos de vista que pueda haber sobre la respuesta» a la sentencia, pero subrayó que ahora ya hay un «gobierno independentista y una mayoría independentista en el Parlament». «Ahora hace falta trabajar para fortalecer las instituciones», remarcó Budó, que añadió que la posibilidad de afrontar los meses que vendrán «con un escenario electoral no creemos que nos dé la fuerza necesaria que conviene en este preciso momento». Los mensajes cruzados, la diferente estrategia... Todo parece conducir en Cataluña a un final de ciclo, una percepción que se refuerza ante las dificultades de la Generalitat para sacar adelante los Presupuestos. Con las cuentas prorrogadas desde 2017, la exigua mayoría con la que gobiernan JpC y ERC obliga a estas fuerzas a buscar apoyos en otros grupos. Así, y mientras ERC, en lo que también forma parte de su estrategia a largo plazo, busca el apoyo de los comunes y hasta del PSC, con más inversión social, JpC prioriza por contra un acuerdo con la CUP. JpC exige a Pere Aragonès (ERC), vicepresidente y responsable de Economía, que se apoye en los antisistema para no tener que hacer renuncias en el proceso rupturista, tal y como comunes y PSC plantean para empezar a hablar. El problema es que la CUP, en dirección contraria, reclama precisamente definir una agenda de ruptura que vaya más allá de la palabrería hueca que practica Quim Torra. En este sentido, la diputada de la CUP Maria Sirvent aseguró ayer que la legislatura catalana «está agotada» porque el Govern «no gobierna». Además, descartó tanto que los anticapitalistas se sumen a un gobierno de concentración si se condena a los líderes del procés, tal y como propugna ERC, como apoyar los Presupuestos. Sobre el gobierno de concentración fueron tajantes: «No lo vemos en ningún caso porque los objetivos que rodean a este gobierno están bastante claros, y es seguir haciendo una gestión de las migas que nos permite el marco jurídico actual y seguir profundizando en la privatización de servicios y en unas políticas que trinchan el territorio ante una emergencia climática que es brutal», señaló Sirvent en Ràdio 4. Sobre el apoyo a las cuentas iba en la misma línea, dando por «casi imposible» esta posibilidad. En este contexto, y cada vez con menos autoridad, el presidente Quim Torra no pudo más que expresar la «máxima confianza» en la responsabilidad de todo el mundo para poder sacar adelante los Presupuestos. Poco más pudo decir el jefe del Ejecutivo en la inauguración del curso universitario en Cataluña, acto que comenzó con una hora de retraso por una protesta de doctorandos que reclamaban mejoras salariales. Perfecta metáfora de la Cataluña contemporánea.by via España
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